Si el marketing y el periodismo fueran personas, serían esos amigos que siempre se contradicen pero que, en el fondo, saben que no pueden vivir el uno sin el otro. El periodismo me enseñó a buscar la esencia de cada historia; el marketing me mostró cómo transformar esa esencia en un mensaje que conecta, vende e inspira. A lo largo de mi carrera, descubrí que muchas de las lecciones que aprendí como periodista digital han sido mis mayores aliados en el mundo del marketing.
En el periodismo, aprender a escuchar es una habilidad esencial. Antes de escribir, debía escuchar las historias, entender los contextos y captar los matices. En el marketing, descubrí que esa misma habilidad era la clave para entender a las audiencias. Más allá de los datos y las métricas, escuchar a los clientes, analizar sus necesidades y prestar atención a lo que no dicen abiertamente, me permitió crear campañas auténticas y relevantes.
Un buen periodista sabe que no todas las preguntas tienen respuesta inmediata. Un buen marketero entiende que no todos los clientes saben exactamente lo que quieren, pero si escuchas con atención, puedes ofrecerles lo que realmente necesitan.
Cuando era periodista digital, entendí que una buena historia puede atravesar barreras culturales, emocionales y sociales. Las personas recuerdan historias, no datos. Esa lección fue un salvavidas en marketing: las marcas no necesitan solo hablar de lo que hacen, sino contar por qué lo hacen y cómo pueden impactar la vida de las personas.
Una historia bien contada tiene el poder de convertir un producto ordinario en una experiencia extraordinaria. Por eso, siempre pregunto: ¿qué historia cuenta esta marca y por qué debería importarle a alguien? Si no tiene una respuesta clara, es momento de volver al tablero.
En el periodismo, la autenticidad es la columna vertebral de cualquier relato. Si las personas detectan que lo que dices no es honesto o genuino, simplemente dejan de escucharte. En el marketing, la autenticidad tiene el mismo peso. Las audiencias actuales no quieren promesas vacías; buscan marcas que sean transparentes, humanas y alineadas con sus valores.
Aprendí que las estrategias de marketing más exitosas son aquellas que, como el buen periodismo, se construyen sobre la verdad. No se trata solo de vender un producto; se trata de construir confianza.
Cuando empecé en el periodismo digital, las reglas del juego cambiaban constantemente. Las redes sociales eran nuevas, los blogs empezaban a despegar y la inmediatez marcaba el ritmo. Tuve que adaptarme rápidamente a nuevas plataformas y formatos, pero siempre manteniendo el objetivo: contar historias que conecten.
Esa mentalidad me salvó en el marketing. En un mundo donde los algoritmos, las tendencias y las herramientas evolucionan a diario, la capacidad de adaptarse sin perder de vista el propósito es una ventaja invaluable.
En el periodismo, los datos eran la base de una historia sólida, pero las emociones eran lo que hacía que la historia quedara en la memoria de las personas. En marketing, aprendí que las métricas son fundamentales, pero no son suficientes. Las decisiones emocionales son las que realmente mueven a las audiencias.
Por ejemplo, puedes optimizar un anuncio al detalle, pero si no despierta una emoción o una reacción, no generará impacto. Las mejores campañas son aquellas que encuentran ese equilibrio entre la lógica y el corazón.
El periodismo me enseñó a buscar la verdad, a escuchar con atención y a contar historias con propósito. El marketing me mostró cómo esas habilidades pueden transformarse en herramientas para inspirar, conectar y construir marcas que realmente importan.
Si algo me ha quedado claro es que el marketing necesita aprender del periodismo tanto como el periodismo puede inspirarse en las estrategias de marketing. Al final, ambos tienen el mismo objetivo: conectar con las personas de una manera significativa.
¿Y tú? ¿Qué historias has contado que han cambiado la forma en que te conectas con los demás? Escríbeme, estaré encantada de escucharlas.
Este espacio está abierto para compartir pensamientos, aprender juntos o intercambiar puntos de vista. Escríbeme, estaré encantada de leerte.
